
...Llovía a cántaros. Aún bajo la protección del techo del pórtico de la casa, se prepararon para la aventura. Vivi se ajustó la gorra y abrió el paraguas. Nati se puso la capucha del impermeable y encendió la linterna. Ya no había vuelta atrás.
El primer paso inició la cadena, no se detuvieron hasta que llegaron al tronco que sostenía la pequeña casa del árbol allá en el cielo.
Con cada rayo el jardín entero se iluminaba. Con cada trueno el tiempo se detenía y podían escuchar el eco de sus latidos en aquel silencio. BUUUM! Otro trueno acechó y las dos aventureras se miraron, titubeando sobre la decisión que habían tomado...
