
...Nati subió corriendo al cuarto de su madre, quien se encontraba en la sala de abajo leyendo. Abrió la puerta y observó por tercera vez ese día los zapatos favoritos de su mamá: negros, de tacón y en punta.
Le fascinaba la idea de ser alta, elegante. Se sentía una princesa cada vez que se los probaba. Lamentablemente, esta vez no podría usarlos. Ellos delatarían irremediablemente su cometido al sonar contra el piso de la cocina. No se podían dar el lujo de arriesgar tanto. El destino de la felicidad de los niños del mundo entero recaía sobre sus hombros.
Gabriel asomó su rostro por la puerta del baño, el “cuartel general”. Nadie a la izquierda, nadie a la derecha. Salieron de puntillas hasta la mitad del pasadizo.
El seco ruido de la punta de metal del paraguas contra el zócalo de una de las paredes generó un ceño fruncido en Gabriel y un precipitado escape. Los llevó a refugiarse en la habitación, al lado opuesto del segundo piso: el cuarto de visitas...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario